Hubo un tiempo en que un caballero tuvo una princesa, una princesita para él sólo, una princesa que no quería separarse de él ni un momento.
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Pero era una princesa desgraciada pues el caballero la dejaba en muchas ocasiones sóla en el torreón, para irse con los demás caballeros a la taberna.
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Pasado el tiempo, el caballero pasaba más tiempo y tiempo en esa taberna rodeado de amigos con los que narrar diferentes aventuras, lo malo e
s que la princesa seguía marchitándose en el torreón.
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Mientras el caballero jugaba a cartas y bebía cerveza. La princesa, que ya se marchitaba, se cansó de esperar y decidió cruzar las puertas del torreón, para alejarse de una vida en la que no se sentía cómoda.

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Esa
princesa se escapó del torreón y se marchó poco a poco, muy lejos de su caballero. La princesa recorrió bastantes sendas y caminos...hasta que ya no volvió a saber de su caballero, de su torreón y de su vida pasada.
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Pasado un tiempo la taberna del caballero tuvo que cerrar, ya que los clientes acabaron con todos los víveres y sobretodo, con todos
sus recursos económicos. Ese día el caballero decidió que ya era de volver a casa.

Pero cuando el caballero volvió a casa se encontró con un lugar vacio. En el torreón no se encontraba su princesa, pero tampoco estaban aquellos fieles sirvientes que habían compartido con él toda su vida.
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El caballero después de un tiempo llorando y ocultando sus sentimientos con los diferentes caldos que aún quedaban en la bodega, decidió coger su caballo de crin rojiza y marcharse por las mismas sendas que su princesa en otra ocasión pisó, para buscar aquellos que él quería, pero en el fondo no supo guardar.


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